Las personas adultas suelen creer que los niños y adolescentes no se deprimen e incluso suelen asociar la irritabilidad constante o la desobediencia con una mala crianza. Sin embargo, cuando este comportamiento prevalece por más de dos semanas es adecuado poner mayor atención a factores ambientales y el bienestar físico de jóvenes y escolares.

Ya entrados en contexto entenderemos a la depresión como un trastorno en el estado de ánimo, siendo considerada mucho más grave que la tristeza. Cuando la tristeza persiste por más de dos semanas y observamos que el dolor emocional permanece podemos pensar en un proceso depresivo en curso.

La depresión es un estado del ánimo que ha de ser motivo de atención tanto de las familias como de docentes. A continuación, mencionamos algunos síntomas que han de ser motivo de atención:

  • Tristeza persistente.
  • Fatiga o falta de motivación.
  • Disminución de la capacidad para pensar, concentrarse y tomar decisiones.
  • Irritabilidad.
  • Pensamientos recurrentes de muerte o ideación o planes suicidas.
  • Pérdida de interés en actividades que normalmente disfrutaba.
  • Cambios en los patrones de sueño o alimentación.
  • Sentimientos de inutilidad.

Si estos indicadores están presentes en la vida cotidiana de niños y adolescentes es necesario enfocarse en algunos factores que pudieran estar desencadenando la depresión, entre ellos:

  • Problemas familiares o separación de los padres.
  • Muerte de un familiar, un amigo, una mascota o alguien cercano.
  • Acoso escolar.
  • Abandono físico o psicológico.
  • Trastornos de salud prolongados o enfermedad grave.
  • Dificultades escolares.
  • Cambio importante en su vida, como una mudanza de domicilio.
  • Problemas con los amigos.
  • Abuso de alcohol u otras sustancias.

¿Cómo acompañar a niños y jóvenes que enfrentan esta situación?

  • Inicialmente no se enfoque en la persona del niño o joven sino en su conducta.
  • Póngase en su lugar y trate de comprender cómo se siente el niño o joven.
  • Estimule el dialogo procurando un acercamiento afectivo.
  • Ayúdeles a sentirse mejor en momentos difíciles.
  • A veces, los niños y jóvenes son incapaces de explicar sus sentimientos o estados de ánimo internos por lo que asistir a talleres psicoterapéuticos pueden ser de mucha utilidad.
  • Cambie el acceso a dispositivos por un momento de convivencia familiar.
  • Fomente otras formas de expresión creativa, como la música, pintar, hacer manualidades o escribir un diario.
  • Evite dirigirse con frases que degraden su autoestima.
  • Propicie un ambiente que le proteja de situaciones estresantes como gritos, malos tratos o agresiones físicas.
  • Sea un referente para aprender a manejar las emociones.
  • Otro aspecto fundamental es que usted no es su psicoterapeuta sino solo su madre, padre u otro familiar.
  • Si aun con estas sugerencias las conductas asociadas a depresión persisten, es muy recomendable asesorarse de un profesional de la psicología. Tome muy en cuenta que los niños y adolescentes depresivos corren un mayor riesgo de autolesionarse o suicidarse cuando no obtienen la ayuda oportuna y adecuada.

Bibliografía